Corail
2016-02-29 10:39:57 UTC
Bien... ayer me encontré casualmente con un anuncio en el que aparecían escenas con algún interior o exterior de trenes. La voz en off decía las mismas chorradas que se pueden escuchar en un anuncio de compresas o de Ikea. Básicamente el mensaje, si es que lo había, no era fácil de comprender.
Interesado por la "casualidad" de que apareciesen trenes, me dispuse a tratar de adivinar quién era el anunciante. Quizá alguna colonia, un coche, un plan de pensiones, un yogurt con bífidus.
Y no... el anuncio era de Renfe. Pero no era un anuncio cualquiera, no. Se supone que era todo lo que Renfe ha previsto para celebrar su 75 aniversario.
Un anuncio frío, distante, estúpido y lejano, hecho posiblemente por algún gabinete psicológico cuyos miembros pensantes no saben lo que es un tren ni han tocado posiblemente ninguno en sus vidas.
Luego estuve pensando un rato y volví a ver la actual web de Renfe. Está claro que la mayor desgracia de Renfe es que está condenada a hacer dinero con los trenes, pero no le gustan a nadie. Me refiero que no gustan a nadie de su equipo. No habría sido difícil apelar al recuerdo, a lo entrañable que ha sido el ferrocarril en la vida de quienes tuvimos que "sufrirlo" y disfrutarlo.
Pero llegué a la conclusión de que hacer ese tipo de recuerdo habría supuesto despertar ciertos recuerdos de otros tiempos mejores (digan lo que digan), que no conviene llevar a la cabeza de los "clientes".
Es vergonzoso reconocerlo, pero cuando planeo mis viajes, ya no se me ocurre ni siquiera pensar en el tren. Y no es porque sea caro, sino porque pierde en cualquier comparativa. Te pones a pensar en el Ave y recuerdas un aeropuerto sin aviones con unos aviones sin alas, que no han podido rascar más allá del 60% de la cuota del avión. ¿Tanta inversión pública para llegar a eso?
Y hablamos de la línea "más rentable" de todas. Si seguimos escarbando nos encontramos con un carísimo ferrari que se usa para ir a recoger patatas.
Si hablamos de cercanías pensamos en trenes llenos de gente, pero de gente resignada. Ni la suspensión, ni la climatización, ni los interiores de los trenes invitan al viaje. Cualquiera que haya viajado en un cercanías inglés, francés o alemán sabrán exactamente a qué me refiero. Eso sí... la flota es una de las más nuevas de Europa. Así somos. Los reyes del revestimiento antivandálico.
Y si hablamos de regionales o de mercancías podemos cometer el error de no saber qué decir. Porque, ¿Qué es un regional?. ¿Qué es un mercancías?. Los primeros desaparecen víctimas de los aves de corto alcance y prestaciones reducidas (si... más aún), pero con precios que en el mejor de los casos cuadruplican las tarifas de los trenes a los que sustituyen. Los segundos son algo anecdótico. Tanto que cada vez cuesta más tiempo ver pasar un mercante... incluso en las líneas principales.
Con un presente así y un futuro aún peor por llegar, está claro que nadie se podía permitir el lujo de abrir una pequeña ventana al recuerdo y a la nostalgia, porque más de un "cliente" podría hacerse preguntas molestas sobre las prestaciones y el servicio de aquella Renfe que supuestamente hoy recordamos.
Felicidades pues, a todas esas carísimas empresas consultoras que han logrado cepillarse el esfuerzo, la tradición, el dinero público y las ilusiones de tanta gente sin dejar huella de lo que han hecho.
Sigo esperando que haya justicia en algún momento y que todos los presuntos delincuentes reciban un castigo proporcional al daño causado, aunque éste ya sea irreparable.
Interesado por la "casualidad" de que apareciesen trenes, me dispuse a tratar de adivinar quién era el anunciante. Quizá alguna colonia, un coche, un plan de pensiones, un yogurt con bífidus.
Y no... el anuncio era de Renfe. Pero no era un anuncio cualquiera, no. Se supone que era todo lo que Renfe ha previsto para celebrar su 75 aniversario.
Un anuncio frío, distante, estúpido y lejano, hecho posiblemente por algún gabinete psicológico cuyos miembros pensantes no saben lo que es un tren ni han tocado posiblemente ninguno en sus vidas.
Luego estuve pensando un rato y volví a ver la actual web de Renfe. Está claro que la mayor desgracia de Renfe es que está condenada a hacer dinero con los trenes, pero no le gustan a nadie. Me refiero que no gustan a nadie de su equipo. No habría sido difícil apelar al recuerdo, a lo entrañable que ha sido el ferrocarril en la vida de quienes tuvimos que "sufrirlo" y disfrutarlo.
Pero llegué a la conclusión de que hacer ese tipo de recuerdo habría supuesto despertar ciertos recuerdos de otros tiempos mejores (digan lo que digan), que no conviene llevar a la cabeza de los "clientes".
Es vergonzoso reconocerlo, pero cuando planeo mis viajes, ya no se me ocurre ni siquiera pensar en el tren. Y no es porque sea caro, sino porque pierde en cualquier comparativa. Te pones a pensar en el Ave y recuerdas un aeropuerto sin aviones con unos aviones sin alas, que no han podido rascar más allá del 60% de la cuota del avión. ¿Tanta inversión pública para llegar a eso?
Y hablamos de la línea "más rentable" de todas. Si seguimos escarbando nos encontramos con un carísimo ferrari que se usa para ir a recoger patatas.
Si hablamos de cercanías pensamos en trenes llenos de gente, pero de gente resignada. Ni la suspensión, ni la climatización, ni los interiores de los trenes invitan al viaje. Cualquiera que haya viajado en un cercanías inglés, francés o alemán sabrán exactamente a qué me refiero. Eso sí... la flota es una de las más nuevas de Europa. Así somos. Los reyes del revestimiento antivandálico.
Y si hablamos de regionales o de mercancías podemos cometer el error de no saber qué decir. Porque, ¿Qué es un regional?. ¿Qué es un mercancías?. Los primeros desaparecen víctimas de los aves de corto alcance y prestaciones reducidas (si... más aún), pero con precios que en el mejor de los casos cuadruplican las tarifas de los trenes a los que sustituyen. Los segundos son algo anecdótico. Tanto que cada vez cuesta más tiempo ver pasar un mercante... incluso en las líneas principales.
Con un presente así y un futuro aún peor por llegar, está claro que nadie se podía permitir el lujo de abrir una pequeña ventana al recuerdo y a la nostalgia, porque más de un "cliente" podría hacerse preguntas molestas sobre las prestaciones y el servicio de aquella Renfe que supuestamente hoy recordamos.
Felicidades pues, a todas esas carísimas empresas consultoras que han logrado cepillarse el esfuerzo, la tradición, el dinero público y las ilusiones de tanta gente sin dejar huella de lo que han hecho.
Sigo esperando que haya justicia en algún momento y que todos los presuntos delincuentes reciban un castigo proporcional al daño causado, aunque éste ya sea irreparable.