Corail
2014-08-24 13:53:07 UTC
La solución de la pandilla de amigos que rescata una unidad tren, una estación o cualquier otra pieza ferroviaria es algo alucinante, que suena tan heroico como el sitio de Numancia o lo de Fuenteovejuna, pero en realidad, al final todo queda en nada. No se puede reprochar tampoco que esta gente tenga redaños para llevar a cabo cosas con las que los demás tan solo fantaseamos, pero con los pies en el suelo, al final todos (absolutamente todos) acaban por tirar la toalla, y cuando la tiran, lo hacen de la peor de las formas: Desentendiéndose y negándose a ceder su fracaso.
Tenemos varias piezas de museo que se están oxidando en varias partes del país, bajo la premisa del "Si yo no lo hago, pues tú tampoco". Al mismo tiempo tenemos gente realmente ingrata que se permite el lujo de criticar la calidad de una restauración amateur, pero luego le importa un comino que Renfe pase por el soplete más de cien coches de viajeros de los años ochenta en perfecto estado de marcha.
En las asociaciones con acceso al tren real gracias a contactos políticos o influencias empresariales se da otra situación que aún me parece más patética y demencial. Resulta que la custodia y cesión del material móvil se hace por clases... en la primera clase tienes al personal de Renfe o asimilado, que es capaz de sacrificarse por los socios conduciendo el tren o designando las funciones del resto.
En la segunda clase tienes al resto, y funcionan un poco como los siervos de los vampiros... Si se portan bien, sus amos y señores les dejarán "tocar un poco de chicha", pero nada es gratis. A cambio tendrán que fregar el WC, cambiar los rodamientos o cualquier otra tarea que ninguna otra persona querría realizar.
Es un poco como estar en las asociaciones de amiguetes de custodia desesperada de material en ruinas, solo que ya asumes que dependes de otro tío que se convierte en tu Jefe implícito, cuyo único mérito sobre ti es que tuvo más suerte en la vida. Pero les gusta el tren y tragan. Tragan, curran, se lo curran y al final revientan al ver que otra gente les pasa por delante solo por que son amigos "de los que mandan". Al final se lo montan por libre y se ponen a restaurar marmitas o terminan aborreciendo el ferrocarril y a los ferroviarios con ganas.
Gracias a uno de esos golpes afortunados del destino, tuve el gran privilegio de acercarme al ferrocarril de forma profesional y pude conocer a auténticos Ferroviarios (con mayúsculas), algunos tristemente ya desaparecidos como Don Tomás Morell y Don Juan Batanero, de los que procuré aprender todo lo que pude. Paradójicamente, la lección más importante que saqué de ellos no fue a nivel ferroviario, sino personal. Y es que siendo cualquiera de ellos considerablemente superiores a mí tanto en conocimientos como en experiencia, jamás tuve la sensación de ser menos ferroviario o menos importante... Al revés. Si tengo que arrepentirme de algo es de haber hablado de más, y de haber tratado de hacerme el importante diciendo estupideces que ahora, con el paso del tiempo, empiezo a ver como un gran motivo para sentir vergüenza, pero ellos no me perdieron el respeto en ningún momento. Quizá porque cuando sabes tanto, también es fácil comprender al ignorante que tienes delante.
¿Conclusión?
Creo que el gran problema de las Asociaciones de Amigos del Ferrocarril y del tren real en particular, es que nos tomamos demasiado en serio ciertas cuestiones burocráticas, como las titulaciones requeridas, el poder de dirección de los cargos y las facultades que tienen los responsables ferroviarios, pero una vez que logramos vencer los obstáculos que nos ponen para llegar a esos puestos de influencia, tiramos por la borda la seriedad y acabamos basando nuestras decisiones en argumentos estrictamente personales, totalmente objetivos y parciales.
El resultado es que gran parte de la gente que debería dar ejemplo por su responsabilidad, simplemente aprovecha su posición para emplear todas sus energías en devolver todo el odio que recibió hasta que logró ascender.
Eso, y que no hay penas de cárcel para quien toma decisiones incorrectas que se puedan cuantificar económicamente... Así es como hemos llegado a tener aeropuertos sin tráfico en medio de la nada, autopistas de peaje sin coches ni camiones, líneas de alta velocidad sin trenes y cientos de vehículos ferroviarios en buen estado que han sido regalados a otros países o directamente desguazados.
Pienso que hasta que no nos acostumbremos a exigir responsabilidades a quien debe asumirlas, cualquier tío espabilado que logre acceder a una plaza con capacidad de tomar decisiones (a cualquier nivel), se limitará a joder la marrana para reírse un poco de los demás o bien tratará de aprovechar el puesto como trampolín para ver si puede medrar un poquito más... y todo esto está muy relacionado con lo que ocurre en el sub-mundo de la Afición en general y de la Afición al ferrocarril en particular.
Perdón por los cinco ladrillos.
Tenemos varias piezas de museo que se están oxidando en varias partes del país, bajo la premisa del "Si yo no lo hago, pues tú tampoco". Al mismo tiempo tenemos gente realmente ingrata que se permite el lujo de criticar la calidad de una restauración amateur, pero luego le importa un comino que Renfe pase por el soplete más de cien coches de viajeros de los años ochenta en perfecto estado de marcha.
En las asociaciones con acceso al tren real gracias a contactos políticos o influencias empresariales se da otra situación que aún me parece más patética y demencial. Resulta que la custodia y cesión del material móvil se hace por clases... en la primera clase tienes al personal de Renfe o asimilado, que es capaz de sacrificarse por los socios conduciendo el tren o designando las funciones del resto.
En la segunda clase tienes al resto, y funcionan un poco como los siervos de los vampiros... Si se portan bien, sus amos y señores les dejarán "tocar un poco de chicha", pero nada es gratis. A cambio tendrán que fregar el WC, cambiar los rodamientos o cualquier otra tarea que ninguna otra persona querría realizar.
Es un poco como estar en las asociaciones de amiguetes de custodia desesperada de material en ruinas, solo que ya asumes que dependes de otro tío que se convierte en tu Jefe implícito, cuyo único mérito sobre ti es que tuvo más suerte en la vida. Pero les gusta el tren y tragan. Tragan, curran, se lo curran y al final revientan al ver que otra gente les pasa por delante solo por que son amigos "de los que mandan". Al final se lo montan por libre y se ponen a restaurar marmitas o terminan aborreciendo el ferrocarril y a los ferroviarios con ganas.
Gracias a uno de esos golpes afortunados del destino, tuve el gran privilegio de acercarme al ferrocarril de forma profesional y pude conocer a auténticos Ferroviarios (con mayúsculas), algunos tristemente ya desaparecidos como Don Tomás Morell y Don Juan Batanero, de los que procuré aprender todo lo que pude. Paradójicamente, la lección más importante que saqué de ellos no fue a nivel ferroviario, sino personal. Y es que siendo cualquiera de ellos considerablemente superiores a mí tanto en conocimientos como en experiencia, jamás tuve la sensación de ser menos ferroviario o menos importante... Al revés. Si tengo que arrepentirme de algo es de haber hablado de más, y de haber tratado de hacerme el importante diciendo estupideces que ahora, con el paso del tiempo, empiezo a ver como un gran motivo para sentir vergüenza, pero ellos no me perdieron el respeto en ningún momento. Quizá porque cuando sabes tanto, también es fácil comprender al ignorante que tienes delante.
¿Conclusión?
Creo que el gran problema de las Asociaciones de Amigos del Ferrocarril y del tren real en particular, es que nos tomamos demasiado en serio ciertas cuestiones burocráticas, como las titulaciones requeridas, el poder de dirección de los cargos y las facultades que tienen los responsables ferroviarios, pero una vez que logramos vencer los obstáculos que nos ponen para llegar a esos puestos de influencia, tiramos por la borda la seriedad y acabamos basando nuestras decisiones en argumentos estrictamente personales, totalmente objetivos y parciales.
El resultado es que gran parte de la gente que debería dar ejemplo por su responsabilidad, simplemente aprovecha su posición para emplear todas sus energías en devolver todo el odio que recibió hasta que logró ascender.
Eso, y que no hay penas de cárcel para quien toma decisiones incorrectas que se puedan cuantificar económicamente... Así es como hemos llegado a tener aeropuertos sin tráfico en medio de la nada, autopistas de peaje sin coches ni camiones, líneas de alta velocidad sin trenes y cientos de vehículos ferroviarios en buen estado que han sido regalados a otros países o directamente desguazados.
Pienso que hasta que no nos acostumbremos a exigir responsabilidades a quien debe asumirlas, cualquier tío espabilado que logre acceder a una plaza con capacidad de tomar decisiones (a cualquier nivel), se limitará a joder la marrana para reírse un poco de los demás o bien tratará de aprovechar el puesto como trampolín para ver si puede medrar un poquito más... y todo esto está muy relacionado con lo que ocurre en el sub-mundo de la Afición en general y de la Afición al ferrocarril en particular.
Perdón por los cinco ladrillos.