Linuxero
2015-07-31 12:09:53 UTC
Los manteros convierten cada tarde el céntrico intercambiador en todo un
mercadillo | Los vendedores se ven a salvo porque la policía rehúye
perseguirlos por los andenes | La venta irregular de falsificaciones no
cesa de crecer este verano en Barcelona
Luis Benvenuty
Barcelona
http://www.lavanguardia.com/vida/20150730/54434224357/zoco-plaza-catalunya.html
Souvenirs de bajo coste con forma de plato de paella, pirateadas camisas
del Barça con sus nuevas franjas horizontales, mangos extensibles que
facilitan la toma de las mejores selfies del verano... Los decadentes
bajos del intercambiador del metro y de los Ferrocarrils de la
Generalitat de la plaza Catalunya son ya el nuevo zoco de Barcelona.
Este transitado cruce de caminos se convierte cada tarde en el último
refugio de los vendedores ambulantes subsaharianos de la ciudad. Aquí
los manteros se sienten muy seguros, se encuentran de verdad a salvo,
sobre todo si están juntos, especialmente si se mueven en grandes
grupos. Entonces tienen una vía de escape garantizada: el metro. Ningún
policía, ningún guardia seguridad, se atreve a perseguirlos por las
escaleras mecánicas, por los andenes atestados de viajeros, por los
túneles subterráneos... Los protocolos de la Guardia Urbana establecen
desde hace años que los agentes nunca han de perseguir a los manteros
por las instalaciones del metro. Todos temen que pueda producirse una
avalancha, una desgracia. Sería demasiado peligroso tratar de atrapar a
una veintena de hombres que saltan y cruzan las vías para no perder su
mercancía, correr tras sus inmensos sacos de color blanco bamboleándose
a sus espaldas, esquivar a toda velocidad cochecitos de bebé, ancianos y
niños que aguardan la llegada del próximo convoy.
Algunos trabajadores de la estación de metro explican que últimamente
los manteros se instalan en el intercambiador, sobre todo por las
tardes, y que, de tanto en tanto, algunas patrullas se dejan ver, se
acercan caminando a paso tranquilo, permitiendo que la gente que se
dedica a dar el aviso de que viene la policía pueda advertir de su
llegada a los vendedores ambulantes. "Y entonces los manteros, si no se
ven agobiados, cogen el metro y se marchan sin hacer carreras. Pero si
la policía aparece de sopetón se asustan y hacen lo que sea con tal de
no perder sus bolsos... Saltan a la vía, corren por los túneles, ponen
en peligro su propia vida".
A muchos guiris les gusta todo este tinglado, les gusta mucho
aprovisionarse de sombreros de ala estrecha, de bolsos que parecen de
marcas muy famosas, de gafas de sol de todas las formas y colores... y
hacerlo en un ambiente un tanto clandestino e informal, regateando, bajo
una lámpara que recuerda a la elegante decadencia del metro de Moscú. A
muchos se les antojo un tanto exótico. "Nunca había visto nada
parecido", exclaman sorprendidos una pareja de visitantes escandinavos
mientras escarban en un montón de pareos. "Todo esto es muy excitante",
tercian unos estadounidenses.
Y en realidad hablamos de una población tremendamente vulnerable, de
subsaharianos que otrora trabajaron en las obras de la bonanza y en la
construcción y mantenimiento de carreteras, de jóvenes que vieron cómo
sus permisos de residencia y trabajo expiraban y la crisis los conducía
a la irregularidad. O gente que nunca pudo legalizar su situación. Y en
el limbo uno puede ganar más dinero vendiendo artículos falsificados por
la calle que buscando chatarra con un carrito de supermercado, pero los
riesgos son mucho mayores. Si pierdes la mercancía luego tienes que pagarla.
La nueva concejal del distrito Gala Pin explica que estos días, junto
con algunos mandos de la Guardia Urbana, está manteniendo diversas
reuniones con representantes de los senegaleses de la ciudad y de
algunos vendedores ambulantes. La verdad es que es muy difícil encontrar
interlocutores válidos en determinados colectivos. El Ayuntamiento pidió
a los africanos que elaboren algún tipo de proyecto laboral alternativo
que les permita abandonar la venta irregular de productos falsificados.
Al parecer la respuesta no fue una negativa. Luego el Consistorio
estudiará cómo hacerlo viable. "Es complejo -reconoce la edil-, pero
espero que todo este trabajo dé sus frutos en un año".
Y encima estamos en el verano de los manteros. Su presencia nunca fue
tan notable en la ciudad, al menos tan manifiesta. A principios de la
temporada estival parecía que ello se debía al conflicto de las horas
extras de la policía municipal. Una de las últimas decisiones del
gobierno de Xavier Trias fue mejorar esta retribución. Después de las
elecciones el nuevo Ayuntamiento explicó que esta mejora no se acompañó
de la pertinente partida presupuestaria. Ello se tradujo en que la
presencia policial en las calles se antojara mucho menor durante las
primeras semanas del verano, y que los vendedores ambulantes coparan
espacios cada vez más significativos. En todo caso, fuentes municipales
insisten ahora en subrayar que el conflicto de las horas extras de la
Guardia Urbana ya está superado, que el despliegue de la policía
municipal durante estas fechas es similar al de los años anteriores, que
todo se está desarrollando según lo previsto.
No es la primavera vez que los vendedores ambulantes hacen suyo uno de
los espacios más concurridos de Barcelona. Su presencia aquí era bien
habitual un lustro atrás. Lo que ocurría entonces era que los manteros
se movían en grupos mucho más reducidos, y el despliegue de las
patrullas mixtas de policías municipales y autonómicos en toda la red
subterránea de la ciudad los llevó a buscar otros enclaves. Entre tanto
los bajos de plaza Catalunya eran ocupados por indigentes, profesionales
de la limosna y todo tipo de artistas callejeros. Fue de manera más
reciente, un par de veranos atrás, cuando los manteros comenzaron a
desplegar sus mercancías cerca de las estaciones de metro, y a huir a
través de ellas cuando aparecía la policía. Ahora ven que el mejor modo
de eludir a la policía es instalarse en el mismo
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perseguirlos por los andenes | La venta irregular de falsificaciones no
cesa de crecer este verano en Barcelona
Luis Benvenuty
Barcelona
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Souvenirs de bajo coste con forma de plato de paella, pirateadas camisas
del Barça con sus nuevas franjas horizontales, mangos extensibles que
facilitan la toma de las mejores selfies del verano... Los decadentes
bajos del intercambiador del metro y de los Ferrocarrils de la
Generalitat de la plaza Catalunya son ya el nuevo zoco de Barcelona.
Este transitado cruce de caminos se convierte cada tarde en el último
refugio de los vendedores ambulantes subsaharianos de la ciudad. Aquí
los manteros se sienten muy seguros, se encuentran de verdad a salvo,
sobre todo si están juntos, especialmente si se mueven en grandes
grupos. Entonces tienen una vía de escape garantizada: el metro. Ningún
policía, ningún guardia seguridad, se atreve a perseguirlos por las
escaleras mecánicas, por los andenes atestados de viajeros, por los
túneles subterráneos... Los protocolos de la Guardia Urbana establecen
desde hace años que los agentes nunca han de perseguir a los manteros
por las instalaciones del metro. Todos temen que pueda producirse una
avalancha, una desgracia. Sería demasiado peligroso tratar de atrapar a
una veintena de hombres que saltan y cruzan las vías para no perder su
mercancía, correr tras sus inmensos sacos de color blanco bamboleándose
a sus espaldas, esquivar a toda velocidad cochecitos de bebé, ancianos y
niños que aguardan la llegada del próximo convoy.
Algunos trabajadores de la estación de metro explican que últimamente
los manteros se instalan en el intercambiador, sobre todo por las
tardes, y que, de tanto en tanto, algunas patrullas se dejan ver, se
acercan caminando a paso tranquilo, permitiendo que la gente que se
dedica a dar el aviso de que viene la policía pueda advertir de su
llegada a los vendedores ambulantes. "Y entonces los manteros, si no se
ven agobiados, cogen el metro y se marchan sin hacer carreras. Pero si
la policía aparece de sopetón se asustan y hacen lo que sea con tal de
no perder sus bolsos... Saltan a la vía, corren por los túneles, ponen
en peligro su propia vida".
A muchos guiris les gusta todo este tinglado, les gusta mucho
aprovisionarse de sombreros de ala estrecha, de bolsos que parecen de
marcas muy famosas, de gafas de sol de todas las formas y colores... y
hacerlo en un ambiente un tanto clandestino e informal, regateando, bajo
una lámpara que recuerda a la elegante decadencia del metro de Moscú. A
muchos se les antojo un tanto exótico. "Nunca había visto nada
parecido", exclaman sorprendidos una pareja de visitantes escandinavos
mientras escarban en un montón de pareos. "Todo esto es muy excitante",
tercian unos estadounidenses.
Y en realidad hablamos de una población tremendamente vulnerable, de
subsaharianos que otrora trabajaron en las obras de la bonanza y en la
construcción y mantenimiento de carreteras, de jóvenes que vieron cómo
sus permisos de residencia y trabajo expiraban y la crisis los conducía
a la irregularidad. O gente que nunca pudo legalizar su situación. Y en
el limbo uno puede ganar más dinero vendiendo artículos falsificados por
la calle que buscando chatarra con un carrito de supermercado, pero los
riesgos son mucho mayores. Si pierdes la mercancía luego tienes que pagarla.
La nueva concejal del distrito Gala Pin explica que estos días, junto
con algunos mandos de la Guardia Urbana, está manteniendo diversas
reuniones con representantes de los senegaleses de la ciudad y de
algunos vendedores ambulantes. La verdad es que es muy difícil encontrar
interlocutores válidos en determinados colectivos. El Ayuntamiento pidió
a los africanos que elaboren algún tipo de proyecto laboral alternativo
que les permita abandonar la venta irregular de productos falsificados.
Al parecer la respuesta no fue una negativa. Luego el Consistorio
estudiará cómo hacerlo viable. "Es complejo -reconoce la edil-, pero
espero que todo este trabajo dé sus frutos en un año".
Y encima estamos en el verano de los manteros. Su presencia nunca fue
tan notable en la ciudad, al menos tan manifiesta. A principios de la
temporada estival parecía que ello se debía al conflicto de las horas
extras de la policía municipal. Una de las últimas decisiones del
gobierno de Xavier Trias fue mejorar esta retribución. Después de las
elecciones el nuevo Ayuntamiento explicó que esta mejora no se acompañó
de la pertinente partida presupuestaria. Ello se tradujo en que la
presencia policial en las calles se antojara mucho menor durante las
primeras semanas del verano, y que los vendedores ambulantes coparan
espacios cada vez más significativos. En todo caso, fuentes municipales
insisten ahora en subrayar que el conflicto de las horas extras de la
Guardia Urbana ya está superado, que el despliegue de la policía
municipal durante estas fechas es similar al de los años anteriores, que
todo se está desarrollando según lo previsto.
No es la primavera vez que los vendedores ambulantes hacen suyo uno de
los espacios más concurridos de Barcelona. Su presencia aquí era bien
habitual un lustro atrás. Lo que ocurría entonces era que los manteros
se movían en grupos mucho más reducidos, y el despliegue de las
patrullas mixtas de policías municipales y autonómicos en toda la red
subterránea de la ciudad los llevó a buscar otros enclaves. Entre tanto
los bajos de plaza Catalunya eran ocupados por indigentes, profesionales
de la limosna y todo tipo de artistas callejeros. Fue de manera más
reciente, un par de veranos atrás, cuando los manteros comenzaron a
desplegar sus mercancías cerca de las estaciones de metro, y a huir a
través de ellas cuando aparecía la policía. Ahora ven que el mejor modo
de eludir a la policía es instalarse en el mismo
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