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Apuntes WC (2)
(demasiado antiguo para responder)
Corail
2014-03-22 11:41:02 UTC
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Hola a todos...
Corail
2014-03-22 12:32:23 UTC
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Vamos a seguir con esta mierda de post ;-))

Hoy toca analizar los usos y costumbres sociales a bordo del tren a lo largo de la historia. Y al principio de esta historia en particular, ni siquiera existía el tren. De hecho, en muchas ciudades pequeñas, tampoco habían construido las alcantarillas. Gran parte de la población se aliviaba al estilo de la edad media, vaciando sus deposiciones ahí donde la Ley de la Gravedad y el adoquinado se lo permitía.
Los primeros trenes de largo recorrido eran lentos y, debido a las servidumbres mecánicas de las primeras máquinas de vapor, se veían obligados a parar en casi todas las estaciones de su recorrido. Conocemos estos trenes como "correos".
Pues bien. Cuando llevas mucha gente (porque el tren, desde su nacimiento y hasta bien entrado el siglo XX, era el único medio de transporte digno de mención)... pues eso. Cuando llevas mucha gente a bordo de un tren y haces una parada en una estación, pasa lo mismo que en cualquier cine cuando acaba la peli. Todo el mundo va a lo mismo. Supongo que al principio estos desembarcos eran una auténtica guarrada y cualquier ciego podía reconocer un tren parado sin usar el oído, por eso, casi al mismo tiempo que las estaciones, aparecieron los edificios de los urinarios que, en estos primeros años, se construían adrede en el extremo de los andenes más opuesto al edificio de viajeros.
Cuando la tecnología comenzó a permitir una mayor autonomía en la máquina de vapor, se empezaron a ofertar nuevos trenes rápidos y expresos, que apuraban un poquito más la velocidad punta, pero sobre todo mejoraban muchísimo sus velocidades comerciales, al suprimir una gran cantidad de paradas en la que sus hermanos más lentos (los trenes correo), debían detenerse. Claro que esto implicaba unos tiempos de recorrido entre estaciones más largos. A veces demasiado largos como para exigir al respetable que se aguantase las ganas de hacer "cosas".

Fue entonces cuando los fabricantes de los primeros coches de viajeros de lujo incluyeron el toilette a bordo... que por muy adornado y elegante que estuviese, no era otra cosa que un pequeño compartimento con un asiento que tenía vistas a la vía por su lado inferior (del asiento, se entiende).

Aquel invento fue todo un éxito. Los WC de los trenes contribuían a elevar el prestigio de las clases sociales acomodadas que los utilizaban porque el señor que viajaba en primera clase, podía aliviar sus tripas o su vejiga en el WC de su mismo coche, sin tener que bajar del tren, donde se aseguraba que únicamente ponían sus posaderas otros ricos mandatarios o burgueses acomodados, mientras que en las estaciones, a falta de unos urinarios divididos en clases, todos se veían obligados a compartir las mismas instalaciones y olores.

Ahondando en esta idea, cuando el señor Nagelmackers pensó en poner en marcha su Compañía Internacional de Coches Camas, tuvo muy presente que no servía de nada ofrecer todo el lujo del mundo a sus privilegiados viajeros, si no les era posible mantener sus exquisitas costumbres incluso en el momento de aliviarse. Aún estamos hablando de los años 80 del siglo XIX... una época en la que mucha gente ni siquiera se lavaba a diario porque no existía el agua del grifo, así que cuando imaginamos un coche de viajeros con un toilette a su disposición (ratio de 20 usuarios por WC), ese lujo estaba más o menos al nivel del palacio de Versalles. Pero la cosa no quedó ahí.

Solucionados los temas evacuatorios, la higiene hizo grandes progresos en el tren, muy por encima de los de las instalaciones en tierra firme. En la primera década del siglo XX los coches camas de primera clase tenían agua corriente gracias a un depósito que llegaba a los grifos del WC y de los lavabos tocadores que estaban intercalados entre cada dos compartimientos, como si estuviesen metidos en un armario. La puerta del lavabo tocador hacia cada habitación tenía una cerradura enclavada, de forma que cuando un pasajero abría la suya, el de la habitación de al lado la encontraba bloqueada. A pesar del gran tamaño que podía llegar a tener este primitivo lavabo, los viajeros europeos, muy diferentes en sus cuestiones de espacio vital e intimidad que los americanos, preferían contar con su propio lavabo privado, aunque fuese mucho más reducido.
Desde los años 20 del siglo XX, todos los coches camas que se construyeron incorporaban un pequeño lavabo tocador individual en cada compartimiento, y para independizar totalmente a cada viajero de los demás, aprovechando la canalización de desagüe de ese lavabo, se instaló en su base un curioso armarito que contenía una vasija de porcelana, con una forma parecida a la de una jarra (con asa y todo), que hacía las veces de orinal.

La jarra estaba encajada en la puerta basculante y cuando ésta estaba cerrada, quedaba en posición vertical, con el pequeño saliente mirando hacia el sumidero que comunicaba el suelo del coche de viajeros con la vía y con el asa en posición superior. Si se usaba el lavabo, el agua de su desagüe caía en la jarra-orinal y desde ahí, al sumidero que daba a la vía. Era una forma ingeniosa de mantener más o menos limpia de olores la jarra.
Había que ser un poco acróbata, no tener manías y anticiparse a los vaivenes del tren, o bien aprovechar las paradas, pero si el viajero era capaz de apañarse haciendo sus aguas menores en esta jarra, ya no era necesario vestirse ni exhibir el camisón por las zonas públicas del coche camas en el camino al WC, que quedaba únicamente para ese tipo de faenas que no se pueden hacer en un orinal.

El invento del lavabo individual con su orinal en la base fue perfeccionado solo en los detalles, pero se mantuvo en las sucesivas series de material móvil, llegando a estar presentes en coches camas que podríamos catalogar como "modernos"... Y es que pasaron muchos años en que la calidad e higiene de los WC de los trenes se mantuvo sin cambios, mientras nuestra vida fue evolucionando. En los años 70 del siglo XX todas las viviendas nuevas tenían al menos un cuarto de baño completo con agua corriente (y caliente). En los años 80 y 90 tomar una ducha o un baño era una cosa tan normal como ahora y en los hoteles se consideraba "cutre" que aún existiesen habitaciones sin baño.

La aparición del avión y el gran avance de la carretera obligaron al ferrocarril a despertar de ese letargo y los nuevos trenes de viajeros mejoraron espectacularmente. Pero eso será mejor que lo cuente en otro post.
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